................................................................................. Arthur Schopenhauer
"Mi filosofía no es consoladora porque digo la verdad, pero la gente quiere oír que Dios el Señor lo ha hecho todo bien. Que vayan a la iglesia y dejen a los filósofos en paz".


sto ocurre originariamente en la mayoría de los pueblos a los que la suavidad de la región celeste y del suelo les hace la vida fácil: los primeros de todos, los hindúes, luego los griegos, los romanos, y más tarde los italianos, españoles, etc. - El hombre se crea a su imagen demonios, dioses y santos; luego ha de ofrecerles sin parar sacrificios, oraciones, ornamentos de templos, votos y sus revocaciones, peregrinaciones, saludos, adornos en las figuras, etc. Su servicio se entreteje siempre con la realidad y hasta la oscurece: todos los acontecimientos de la vida se interpretan entonces como una reacción de aquellos seres: el trato con ellos llena la mitad del tiempo de la vida, sostiene de forma permanente la esperanza y por el encanto de la ilusión se vuelve con frecuencia más interesante que el trato con los seres reales. Es la expresión y el síntoma de la doble necesidad del hombre: la de ayuda y protección, y la de ocupación y diversión: y aunque con frecuencia actúa directamente en contra de la primera necesidad, empleando inútilmente un costoso tiempo y energía en oraciones y ofrendas cuando surgen desgracias y peligros en vez de en apartarlos, tanto mejor sirve a la segunda necesidad mediante aquel trato fantástico con un espíritu del mundo soñado: y ese es el beneficio de todas las supersticiones, en nada despreciable...

Si por medio de las consideraciones más generales y la investigación de los primeros rasgos elementales de la vida humana nos hemos convencido a priori de que esta, ya por su misma disposición, no es susceptible de una verdadera felicidad sino que en esencia es un sufrimiento multiforme y un estado del todo funesto, ahora podríamos despertar en nosotros esa convicción con mucha mayor vivacidad si, procediendo a posteriori, quisiéramos entrar en los casos determinados, evocar imágenes en la fantasía y describir la indecible calamidad humana con los ejemplos que la experiencia y la historia ofrecen miremos a donde miremos y cualquiera que sea el punto de vista de nuestra investigación. Solo que el capítulo no tendría fin y nos alejaríamos del punto de vista de la universalidad que es esencial a la filosofía. Además, se podría tomar fácilmente esa descripción por una simple declamación de la miseria humana como las habidas frecuentemente, y en cuanto tal acusarle de parcialidad por partir de hechos individuales. Por eso nuestra demostración fría y filosófica, universal y a priori, del inevitable sufrimiento que es esencial a la vida está libre de tal reproche y sospecha. Pero la confirmación a posteriori es fácil de obtener por todos lados. Cualquiera que haya despertado de los primeros sueños de juventud, que se fije en la experiencia propia y ajena, y que haya mirado a su alrededor en la vida, en la historia del pasado y de la propia época, y finalmente en las obras de los grandes poetas, conocerá bien el resultado a no ser que algún prejuicio inculcado de forma imborrable paralice su facultad de juzgar: que este mundo humano es el reino del azar y el error, que imperan en él de forma despiadada tanto en lo grande como en lo pequeño, y junto a los cuales esgrimen su látigo la necedad y la maldad: a ello se debe que cualquier cosa mejor que ellos no se abra paso más que trabajosamente, que la nobleza y la sabiduría muy raramente lleguen al fenómeno y encuentren vigencia u oído; y sin embargo, lo absurdo e invertido afirma su dominio en el reino del pensamiento, lo vulgar y de mal gusto en el reino del arte, y lo malvado y pérfido en el reino de los hechos, perturbados solamente por breves interrupciones; en cambio, la excelencia de todas clases es siempre una mera excepción, un caso entre millones; por eso, cuando se ha manifestado en una obra duradera, luego esta, tras haber sobrevivido al rencor de sus contemporáneos, se mantiene aislada y se la conserva, igual que un meteorito, nacida de un orden de cosas distinto del imperante. - Pero por lo que se refiere a la vida del individuo, cada historia vital es una historia de sufrimiento; pues, por lo regular, todo curso vital es una serie continuada de grandes y pequeñas desgracias que cada cual oculta en lo posible, porque sabe que los otros rara vez sentirán simpatía o compasión, y casi siempre satisfacción al representarse las calamidades de las que en ese momento se han librado; - pero quizás no haya nunca un hombre que al final de su vida, cuando es al mismo tiempo reflexivo y sincero, desee pasar otra vez por lo mismo, sino que antes que eso preferirá mucho más el completo no ser. El contenido esencial del famoso monólogo de Hamlet es, en resumen, este: nuestro estado es tan miserable que el completo no ser sería claramente preferible a él. Si el suicidio nos lo ofreciera, de modo que se presentara la alternativa «ser o no ser» en el sentido pleno de la palabra, entonces habría que elegirlo incondicionalmente como una consumación sumamente deseable (a consummation devoutly to bewish'd). Pero en nosotros hay que nos dice que no es así, que con eso no terminan las cosas, que la muerte no es una negación absoluta. - Lo que ya el padre de la historia mencionano se ha refutado desde entonces: que no ha existido ningún hombre que no haya deseado más de una vez no vivir el día siguiente. Según ello, la brevedad de la vida que tantas veces se lamenta quizás sea precisamente lo mejor de ella. Finalmente, si quisiéramos presentar a la vista de cada cual los terribles dolores y tormentos a los que está continuamente expuesta su vida, el horror se apoderaría de él: y si condujéramos al optimista más obstinado por los hospitales, los lazaretos y las salas de martirio quirúrgico, por las prisiones, las cámaras de tortura y los chamizos de esclavos, por los campos de batalla y las cortes de justicia, si luego se le abrieran todas las tenebrosas moradas de la miseria donde esta se esconde de las miradas de la fría curiosidad y finalmente se le dejara mirar en la torre del hambre de Ugolino, entonces es seguro que al final comprendería de qué clase es este meilleur des mondes possibles ¿Pues de dónde ha tomado Dante la materia de su infierno más que de este, nuestro mundo real? Y, sin embargo, fue un infierno muy bien descrito. En cambio, cuando se le presentó la tarea de pintar el cielo y sus alegrías encontró una dificultad insuperable, precisamente porque nuestro mundo no le ofrecía ningún material para algo así. Por eso no le quedó más remedio que, en vez de las alegrías del paraíso, reproducirnos la enseñanza que le fue transmitida por su antepasado, por Beatriz y diversos santos. A partir de ahí se esclarece suficientemente de qué clase es este mundo. En la vida humana, como en toda mala mercancía, la cara externa está recubierta de falso brillo: siempre se oculta lo que sufre; en cambio, cada cual exhibe lo que alcanza de boato y esplendor, y cuanto más satisfacción interior le falta, más desea aparecer como un afortunado en la opinión de los demás: hasta ahí llega la necedad; y la opinión de los demás es un objetivo principal de las aspiraciones de cada uno, si bien su completa nihilidad se expresa ya en el hecho de que en casi todos los lenguajes «vanidad», vanitas, significa originariamente vacuidad y nihilidad. - Pero también bajo todas esas pantallas pueden crecer fácilmente los tormentos de la vida, y a diario hay quien se aferra con avidez a la muerte, que en otro caso se temería por encima de todo. Y cuando el destino quiere mostrar toda su perfidia le puede quitar hasta ese recurso al que sufre, que queda entregado sin salvación a un martirio cruel y lento a manos de encolerizados enemigos. En vano invoca entonces elatormentado a sus dioses pidiendo ayuda: permanece entregado sin clemencia a su destino. Pero esa falta de salvación no es más que el espejo del carácter invencible de su voluntad, cuya objetividad es su persona. - Así como ningún poder externo puede cambiar o anular su voluntad, tampoco puede ningún poder ajeno liberarle de los tormentos surgidos de la vida que es el fenómeno de aquella voluntad. El hombre es siempre remitido a sí mismo, como en todo, también en la cuestión fundamental. En vano se crea dioses para mendigarles y sonsacarles lo que solo la propia fuerza de voluntad es capaz de conseguir. Si el Antiguo Testamento hizo del hombre y el mundo la obra de un dios, el Nuevo Testamento, a fin de enseñar que la redención y la liberación de la miseria de este mundo solo pueden partir de él mismo, se vio obligado a convertir aquel dios en hombre. Para él la voluntad humana es y sigue siendo aquello de lo que todo depende. Saniasis, mártires, santos de todas las creencias y nombres, han soportado voluntaria y gustosamente todos los martirios porque en ellos se había abolido la voluntad de vivir; y entonces hasta la lenta destrucción de su fenómeno les era bienvenida. Pero no quiero anticiparme a la exposición ulterior. - Por lo demás, no quiero abstenerme aquí de declarar que el optimismo, cuando no es acaso el atolondrado discurso de aquellos bajo cuyas aplastadas frentes no se hospedan más que palabras, no me parece simplemente una forma de pensar absurda sino verdaderamente perversa, ya que constituye un amargo sarcasmo sobre los indecibles sufrimientos de la humanidad.
- No pensemos acaso que la fe cristiana es favorable al optimismo, porque, al contrario, en los Evangelios «mundo» y «mal» se emplean casi como expresiones sinónimas.
........................................................(Schopenhauer, fragmento de "El mundo como voluntad y representación").








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magnolia dijo...

Muy interesante....
No sé por que pero no se me actualiza este blog y de vez en cuando me llevo una grata sorpresa.