............................................................................. Robert Green Ingersoll

e parece imposible que un hombre civilizado ame o adore o respete al Dios del Viejo Testamento. Un hombre realmente civilizado, una mujer realmente civilizada, deberían observar a semejante Dios con aborrecimiento y desprecio.

Pero en los antiguos días la buena gente justificaba a Jehovah en su tratamiento de los paganos. Los desgraciados que se aniquilaba eran idólatras y por lo tanto no merecían vivir.
De acuerdo con la Biblia, Dios nunca se había manifestado a aquella gente y él sabía que sin esa revelación ellos no podían saber cuál era el Dios verdadero. ¿De quién era la culpa entonces de que fuesen paganos?
Los cristianos decían que Dios tenía el derecho de destruirlos porque los había creado. ¿Para qué los creó? Él sabía cuando los hizo que serían carne para la espada. Él sabía que tendría el placer de ver cómo se los aniquilaba.
Como última respuesta, como excusa final, los adoradores de Jehovah decían que todas esas cosas horribles ocurrían bajo el "antiguo régimen" de la ley no entregada y la justicia absoluta, pero que ahora, bajo el "nuevo régimen", todo ha cambiado, la espada de la justicia fue envainada y el amor entronizado. En el Viejo Testamento, decían, Dios es el juez, pero en el Nuevo, Cristo es el misericordioso. De hecho, el Nuevo Testamento es infinitamente peor que el Viejo. En el Viejo no hay amenaza de dolor eterno. Jehovah no tiene una prisión eterna, ningún fuego inmortal. Su odio terminaba en la tumba. Su venganza quedaba saciada cuando su enemigo moría.
En el Nuevo Testamento, la muerte no es el final sino el comienzo de un castigo que no acaba. En el Nuevo Testamento, la maldad de Dios es infinita y el hambre de su venganza, eterna.
El Dios ortodoxo, cuando estuvo revestido en carne humana, les dijo a sus discípulos que no se enfrentaran al mal, que amaran a sus enemigos y que cuando los golpearan en una mejilla ofrecieran la otra, y aun así nos han dicho que ese mismo Dios, con los mismos labios amantes, profirió estas impías, estas bestiales palabras: "Partid vosotros, malditos, al fuego que siempre arde, preparaos para el diablo y sus ángeles".
Esas son las palabras del "amor eterno".
Ningún ser humano tiene imaginación suficiente para concebir este horror infinito.
Todo lo que la raza humana ha sufrido en guerra y necesidad, en epidemia y hambruna, en fuego y diluvio, todos los calambres y dolores de cada enfermedad y cada muerte, todo esto es nada comparado con las agonías que deben ser soportadas por una sola alma descarriada.
Éste es el consuelo de la religión cristiana. Ésta es la justicia de Dios, la misericordia de Cristo.
Este aterrador dogma, esta mentira infinita, me hizo el implacable enemigo del Cristianismo. La verdad es que esta creencia en el dolor eterno es el auténtico perseguidor. Fundó la Inquisición, forjó las cadenas y proporcionó los leños para la hoguera. Ha oscurecido las vidas de millones. Ha hecho la cuna tan terrible como el ataúd. ha esclavizado naciones y derramado la sangre de incontables miles. Ha sacrificado a los más sabios, los más bravos y los mejores. Ha subvertido la idea de justicia, drenado la misericordia del corazón, transformado a los hombres en bestias y desterrado la razón del cerebro.
Como una serpiente venenosa, se arrastra y se enrosca y sisea en cada credo ortodoxo.
Hace del hombre una víctima eterna y de Dios una eterna bestia. Es el horror infinito y singular. Cada iglesia en la que se enseña es una maldición pública. Cada predicador que lo enseña es un enemigo de la humanidad. Por debajo de este dogma cristiano no hay salvajismo más extremo. Es el infinito de la maldad, el odio y la venganza.
Nada podría agregarse al horror del infierno, excepto la presencia de su creador, Dios.
Mientras tenga vida, en tando expulse aliento, negaré con toda mi fuerza y odiaré con cada gota de mi sangre esta mentira infinita
............................................................(Robert Green Ingersoll, extraido de su libro "Por qué soy agnóstico").





-Lee o crea COMENTARIOS pinchando AQUI-:

magnolia dijo...

Solo como anecdota:
Una vez que todo el poder había quedado en manos de Constantino solo, ya no ocultó en lo sucesivo la maldad que le era natural, sino que comenzó a actuar sin disimulos... Su hijo Crispo cayó bajo las sospechas de relaciones culpables son su madastra Fausta y le hizo perecer sin tener consideración alguna de las leyes de la naturaleza... Consciente en su intimidad de sus crímenes y de su desprecio por los juramentos, consultó a los sacerdotes sobre la forma de expiar sus culpas. Mientras que estós le respondieron que ninguna forma de purificación podría borrar tales impiedades, un egipcio venido de España a Roma y que se había familiarizado con las mujeres del palacio se encontró con Constantino y le aseguró que la doctrina de los cristianos concedía el perdón inmediato a toda falta.
Del intelectual pagano Zósimo.
A todo esto te he dejado un presente en mi blog...jejeje, si tienes un ratito te estará esperando.
Saludos.