.........................................................................Adios a Dios
.......................................................................................F. Savater

upongo que ahora unas páginas dedicadas a la angustia producida por las dudas religiosas de mi
adolescencia, seguidas por una nostálgica despedida de la piedad infantil y una madura reflexión escéptica pero abierta a lo infinito, mejorarían el perfil espiritual de estas rememoraciones autobiográficas. Siento no poder facilitárselas al benévolo lector, porque serían insinceras y -por razones ya antes señaladas- no me gusta mentir. Además prefiero mantener más bien bajo el perfil espiritual de mis conjeturas personales, dada la sobreabundancia de inspirados sublimes que actualmente padecemos y la dudosa catadura de los que conozco más de cerca. De modo que me resignaré sin aspavientos a constatar que he carecido desde pequeño del tercer ojo, el que otea la trascendencia y nunca se conforma del todo a darla por nula y no avenida. En su Cuaderno amarillo, Salvador Pániker comenta amistosamente que soy la persona menos favorecida en ese terreno supraterreno que él ha conocido y, si de algo vale mi testimonio íntimo, creo que tiene bastante razón. Hace unos años, una señora se me acercó cuando firmaba ejemplares de mis libros en la feria madrileña y me preguntó si yo «era creyente». Para no equivocar la respuesta, le respondí a mi vez con otra cuestión: «Creyente... ¿en qué?». Mi interlocutora se encogió sonriendo de hombros y me dijo: «Pues en lo corriente». Entonces, ya pisando suelo más firme, le repuse que en efecto creo en lo corriente; en lo que no creo es en lo sobrenatural.

Me faltó añadir que tampoco creo que los que creen creer más que yo sepan en lo que creen. Es decir, que no sólo no soy «creyente» en el sentido religioso del término sino que tampoco creo que los creyentes crean. Un libro reciente que reúne diálogos entre el cardenal Martini y Umberto Eco lleva por título: En qué creen los que no creen. A mi juicio, esa pregunta es mucho más fácil de contestar que la insondablemente tenebrosa de «en qué creen los que creen». Supongo que creen que creen, pero el contenido de su creencia es aún menos inteligible que los motivos de su creencia...
Y sin embargo, desde pequeño he sido fundamentalmente crédulo. Siempre he permanecido embobado ante lo improbable, aunque nunca ante lo imposible, y he asentido con romántica vehemencia a lo maravilloso. Creo en las sorpresas de lo real, en lo insólito, en lo asombroso que ya ha pasado pero procuramos olvidar para no alarmar nuestras rutinas, en lo desconcertante que puede llegar a pasar y que no admitimos para proseguir nuestro mísero concierto, en lo fascinante que espera ser descubierto por un ánimo entero y perspicaz. Creo que la vida es más de lo que conocemos y la muerte menos de lo que tememos, creo que las cosas naturales desdeñan el ahorro y admiten el prodigio, creo en el Yeti y el pulpo gigante, creo en los seres fabulosos, creo que todo ser es más o menos fabuloso y que las fábulas sustentadas en el no ser no sólo carecen de realidad sino de imaginación: creo en hazañas y portentos, aunque no en milagros. Incluso podría creer en milagros, si tal creencia no me obligara a creer en quienes los proclaman y rentabilizan... Por favor, uno puede creer en Dios, en el diablo, en la Santísima Virgen, en la Gorgona, en la resurrección de los muertos, pero ¿puede alguien creer en los curas o a los curas? ¿Se puede creer en pastores, obispos, rabinos, muecines o archimandritas? ¿Acaso no se les nota lo que son? Incluso a los buenos se les nota, aunque se nota también que son buenos, no por curas sino a pesar de serIo. Y los peores de todos los curas, los menos creíbles (los más increíblemente curas) son los filósofos empeñados en que el siglo XXI será religioso o no será y en que sólo un Dios puede salvarnos. Anatema sit!

.................................................................................(Fernando Savater, fargmeto de su libro "Mira por dónde").


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magnolia dijo...

Tengo algunos libros de Fernando Sabater, pero mira por donde este no- jijiji
Un saludo.